Sos el motor, la risa. La que contiene el suspiro y lo suelta en forma de brisa.
Sos todo porque cuándo vos no brillas, acá no brilla nadie. Quizás no me guste mirarte a los ojos y sentir que no te encuentro detrás de tu mirada, pero me hago fuerte, sólo para tratar de cuidarte. Porque ahora me toca a mí devolverte un granito de arena, después de que vos me hicieras toda una playa.
Y detengo algunos impulsos estúpidos para evitar que derrames una sola lágrima más en nombre de nada.
Ya no sé como curarte el alma.